Luis Enrique Camejo Vento: “la ciudad como símbolo del ser humano” (Parte I)

Coffee Time.
Coffee Time.

Luis Enrique Camejo es un hombre de romances y no lo digo en el sentido más erótico y sensual de la palabra, sino que lo percibo como un artista que nos devuelve los latidos de la ciudad, del hombre y, por supuesto, del mundo a través de sus acuarelas.

Camejo, como bien se conoce en el mundo artístico, es uno de los creadores de mayor prestigio por la calidad de su pintura, en primera instancia. Hablamos de un quehacer creativo que no ha decaído con el tiempo y que parece renovarse constantemente.

Él encuentra la inspiración en las escenas más cotidianas y simples, esas que pasamos por alto por su continua y repetida presencia en el día a día. Otros que comparten la misma profesión, quizás, podrán pensar “no tendré éxito así”, “necesito hacer algo más atractivo”.

Luis Enrique, sin embargo, ha sabido encontrar también en escenarios y paisajes históricos otro camino fascinante para su figuración. Así lo comprobamos en su más reciente muestra Coffee Time, en la galería Collage Habana.

                                                                      

Su obra calma y armoniza, aunque las olas del mar choquen en sus piezas con una fuerza indestructible en el malecón de La Habana y el propio Camejo asegure que algunas de sus mejores piezas son resultado del tormento.

Camejo nos ha mostrado, desde su visión, paisajes de Alemania, Miami, la capital de Cuba como es lógico y otros lugares. Ha tenido la destreza para captar momentos únicos, que no volverán a repetirse de la misma forma.

Entre sus grandes aciertos sobresale el retratar a la ciudad y su alma, ya sea desde sus edificios, su gente y las acciones que podemos ver en cada pintura.

Damos la palabra entonces al protagonista de tantas emblemáticas acuarelas.

La ciudad como símbolo del hombre ha sido una de las constantes en sus obras ¿Qué lo motiva a recrear este tipo de paisajes?

Ese es el punto neurálgico de mi obra, la ciudad; la ciudad como símbolo del ser humano. Yo pienso que entre el 75 y el 80 por ciento de la población vive en la ciudad, entonces toda la filosofía, el arte, el pensamiento se genera dentro de la ciudad. Lo urbano en el pensamiento humano está como implícito.

Trabajo mucho La Habana porque es donde vivo, donde creo, donde paso las noches y los días, pero también represento los lugares a donde viajo y donde he hecho contactos, donde he vivido en determinados períodos de tiempo. Al final todo tiene el mismo tratamiento, o sea, es como si fuera una misma ciudad.

La ciudad, puede ser un sitio muy desarrollado o del tercer mundo, pero al final tiene los mismos patrones, se repiten las mimas ideas, la relación del hombre con el tráfico, con el ruido, con la señalética, con la arquitectura.

¿Qué le hace escoger la acuarela como una de tus técnicas preferidas?

La acuarela es la base de mi trabajo, en primer lugar, por el mismo concepto que se deriva del material. La acuarela es un poquito de pigmento con todos sus ingredientes. Con muy poco se puede hacer mucho. Con una gota de pintura se puede hacer una acuarela, eso es muy llamativo. De las cosas más sencillas salen las más profundas, eso pasa en la literatura y pasa también en la vida.

La acuarela tiene esa magia como material, pero también lo tiene por lo que representa cuando está terminado, o sea, la acuarela tiene esa cosa que es transparente, todo se logra por transparencia, por capas. La vida tiene capas y no puedes esconder nada.

El blanco en la acuarela no lo agregas, y hay que tener un conocimiento, una concentración, no sé qué cosa es para saber que va a quedar en blanco. Por ejemplo, yo pinto un cuadro con óleo o con acrílico y si me queda mal lo tapo, le tiro algo, pero con la acuarela si quedó mal, quedó mal. Necesitas estar muy seguro de lo que quieres hacer. Casi nunca queda lo que yo quiero, pero salen otras cosas que me gustan, a veces más, a veces menos, pero por ahí viene la idea.

En Máxima le podemos decir que el resultado es fascinante…

Mis cuadros al óleo están influenciados por la acuarela. Más que utilizar una paleta a la manera convencional, lo que hago es preparar el pigmento con disolvente en pote, o sea, que mis cuadros le deben mucho a la acuarela, porque tiene esto de las transparencias, las capas.

Las pinturas suyas emanan una paz increíble, una sensación de tranquilidad y equilibrio ¿Cómo lo siente Camejo?

No sé, a veces yo estoy atormentado y muchas de las obras que más han gustado salen del tormento, de la desesperación, de la necesidad de hacer algo, pero sí están hechas desde la introspección.

Muchas de las vistas de los cuadros son como imaginándome dentro de un automóvil, está lloviendo y estoy viendo la ciudad a través de un auto con el cristal húmedo.  Tiene esa cosa del recogimiento, una postura un poco existencialista de ver la vida sin incluirte tú dentro de ella, estás observando lo que está sucediendo como si lo estuvieras viendo todo dentro de un filtro.

Es un momento de una imagen congelada en el tiempo para detenerse a analizar. Es un juego muy parecido al de la fotografía.

La fotografía es un momento inatrapable, pero que su imagen contiene un antes y un después. Eso mismo pasa en mi pintura. Hay un antes y un después.

Publicado 29/09/2021