Las obras de Regreso a ninguna parte llevan la condición del tiempo a su favor. Su proceso de gestación duró casi todo el confinamiento impuesto por la cuarentena, donde el hombre no pudo hacer otra cosa que refugiarse en casa y en los profundos espacios de la mente.
Para Niels Reyes significó un período de búsqueda y renovación para encontrar nuevos rostros que dieran vida a su corpus creativo. Así surgieron piezas como El muchacho que se fue y volvió I y II, Mar, Roble y Laurel, así como diversas obras Sin Título. En su taller, mutaban las fisionomías, los colores y hasta el género de los personajes. Todo cambia y a la vez prevalece en el estado impoluto de la pintura y su eminente condición humana.
Un hecho predomina en la exposición y es la profundidad y la densidad de las obras que se evidencian en diversas capas y texturas que permiten contemplar un producto artístico de gran hondura en su sentido plástico, en la composición de cada elemento y en la dulce expresión de las miradas que generan incomodidad, asombro, contención y desbordamiento en los detalles. Niels Reyes se ha superado a sí mismo y nos habla desde una madurez pictórica, que tiene su génesis en el rostro y expande su horizonte semántico hacia las cualidades de la pintura como zona de ensayo.
“Son obras de pensamiento, de madurez. Me he mirado como casi todo el mundo en el confinamiento y también cómo el mundo está cambiando. Quise expresarlo con el tema que casi siempre utilizo que son los rostros. También empecé a buscar nuevas historias y otro tipo de contenido”, asegura el artista.
Regreso a ninguna parte es la obra que da título a la muestra, donde su autor recrea temas primordiales de Cuba. “Quería que fuera el eje central de la exposición para expresar el momento actual que vivimos todos, el problema de la migración, de la cubanía hoy. Hay muchas lecturas acerca de la identidad, acerca de donde estamos, quiénes somos. Siempre es una preocupación en mi trabajo”, confiesa.
El rostro, la abstracción
Volvemos al silencio del confinamiento, a los días de incertidumbre y al dilema de la esperanza. En esos límites del tiempo, el rostro para Niels Reyes tomó dimensiones inexploradas. Se volvió una abstracción, no es un el sentido literal de la palabra, sino en la idea de crear sin saber a ciencia cierta el resultado último. Azules, naranjas y verdes iban tras una búsqueda marcada por los inicios de la primera pincelada al lienzo y, en ese camino, tuvo lugar el cambio, la enajenación de la realidad misma y la nueva praxis de las anatomías hasta el momento inexploradas por el artista. El mundo cambió y Niels Reyes también lo hizo con sus composiciones.
“Volví a mirar más de cerca los rostros, incluso más profundo”, explica el creador. “El rostro deja de ser una representación y se vuelve una abstracción, donde las historias están dadas por las tramas, las marcas. Están cargadas de una densidad emocional que le daba el tiempo”.
“Cuando logré cristalizar estos procesos volví a retomar la idea que nació en Distancia (exposición en Galería Servando en el 2020), un plano no tan close up, donde al mismo tiempo empiezan a surgir las inquietudes del paisaje, la narrativa, el fondo, empiezan a surgir lo que yo le llamo historias”, asegura.
El gusto existencial, la geometría
Al observar las obras de Niels Reyes es válido reconocer el gusto estético por lo bello, la incógnita y la mirada profunda con el efecto visual de la distancia, o sea, para captar el hechizo pictórico de los ojos parecidos a los reales, es preciso hallarse en el lugar idóneo, porque al acercase el resultado es otro, donde prevalece disímiles texturas en el estado más puro. En otras palabras: la pincelada dando forma y contenido a la estructura de la pieza, figurando la justa dimensión de lo que merece prevalecer.
“Para mí los temas de mi obra son la condición humana, quiénes somos, a dónde vamos, es un gusto existencial y al mismo tiempo por la belleza. Son muchos temas que repito una y otra vez”, precisa Niels.
“El rostro yo le llamo upgrade, algo que se va revolucionando una y otra vez, girando sobre sí mismo y creciendo desde el punto de vista plástico. Veo la pintura más allá de los contenidos como un proceso de experimentación”, comenta el artista.
“Lo más importante, desde el punto de vista plástico en esta exposición, es que accedí a una especie de realidad física con la obra. Yo quiero que los rostros irradien una energía hecha de cómo está construida la obra. He mezclado, desde el punto de vista expresionista y primitivo, lo óptico con lo geométrico”, manifiesta.
La micro expresión
Si el rostro se ha convertido en una obsesión para Niels Reyes, no sería tan ilógico pensar en la permanencia de una mirada que captó en la calle, en una conversación ajena o como fruto de su imaginación. Lo acompañan entonces aquellas historias, reales o ficticias, que dominan en él la voluntad de la figuración. A veces, es solo un detalle dentro de las anatomías, lo demás es puro ingenio, disciplina y necesidad de aquietar el volcán de emociones que lo inundan.
“Puedo pintar miles rostros de memoria, incluso puedo ver un rostro y si me esfuerzo puedo recrearlo después. Lo que veo son micro expresiones que me asaltan emocionalmente desde el punto de vista de la luz o de una mirada. Esa micro expresión no puedo definirla en palabras, pero si la puedo concretar en un hecho plástico. Nace de ahí”, afirma Reyes Cadalso.
“De hecho, hay cuadros que empiezan siendo hombre y después terminan siendo mujer. Juego con todo. En esa carga temporal, las capas le dan sentido y otorgan profundidad a las obras”, reconoce.
¿El rostro es paisaje?
En algunas ocasiones, las pinturas del artista se complementan a partir de un plano medio o el cuerpo completo. En Regreso a ninguna parte el protagonismo versa nuevamente sobre el rostro (con excepción de la obra que da nombre a la muestra y la pieza Roble y Laurel). Vemos además del rostro un paisaje de fondo, en especial el mar. ¿Qué explicamos le damos? ¿El mar, por qué? Sucede que después de tanto tiempo de encierro, el mar fue uno de los primeros recuentros de Niels con la naturaleza y la inmensidad de otro silencio ajeno al hogar.
“El paisaje empezó con el mar, hay mucho mar, mucho cielo, es una sensación que siempre me ha gustado. Como estuve casi un año trancado en la casa, después del confinamiento, enseguida fui corriendo hacia el mar. Ahí te recargas, coges energía y tenía que salir esa emoción. Es como el espacio exterior que quiero representar. También hay una especie de paisaje de ciudad saliendo tenuemente. Este es el principio, ahora tengo muchas historias diferentes que narrar”, revela Niels.
“Voy por temporadas. Me concentro desde el punto de vista plástico y busco nuevos modos de pintar. Si pinto lo que conozco no tiene gracia, tengo que lanzarme a explorar algo nuevo”, plantea el creador.
Lo significativo en la exposición es la condición humana presente en la muestra. El hombre se ubica como centro de las historias en la manera de abordar un proceso de experimentación, encaminado a las disímiles maneras de asumir la creación como un estado de pensamiento, de éxtasis y de renovación para el autor y el público. El aprendizaje es mutuo. Niels Reyes no será el mismo después de Regreso a ninguna parte y tampoco aquellos ojos que hayan contemplado la plenitud ante semejantes figuraciones.
Para el creador la exhibición, desde la primera idea hasta el final, ha sido un etapa de conocimiento. “Lo que sí puedo decir es que es una exposición de madurez. Tengo un control y un dominio sobre las técnicas y procesos para lo que quiero lograr. Ante uno como que navegaba a ciegas, ahora previsualizo lo que voz a hacer y tengo las herramientas para lograrlo. Son obras que se hicieron con mucho tiempo y con madurez técnica y expresiva”, concluye el artista.
Publicado 6/10/2022