Niels Reyes: No es retrato lo que ves

Niels Reyes Cadalso en la apartura de su exposición personal "Regreso a ninguna parte".
Niels Reyes Cadalso en la apartura de su exposición personal "Regreso a ninguna parte".

A Rufo Caballero. Recordando cuando escribiste: "(…) Para que tus personajes sean leídos como quiera el espectador"

Regreso a ninguna parte es un relato, quizás una poesía, que habla de este instante en que vivimos y que interroga cómo será después. Es la síntesis de la obra de Niels Reyes, pasados más o menos dos años sin desplegar sus exposiciones, en un aparente aislamiento. Y digo “aparente”, porque él aprovechó cada instante para estudiar y pintar con la prisa que llegó después del Happy end (2008) y de la exposición Recarga (2009).

Niels ha superado con creces las opiniones de voces autorizadas; las cuales, recién egresado de la Universidad de las Artes de Cuba (ISA, 2006), avizoraron su madurez actual. Entre ellos, resalta Rufo Caballero (Cárdenas,1966-La Habana, 2011), quien en su ensayo para la exposición Recarga, entendió que: “(…) no se trataba de una simple coma en la sintaxis de la escena pictórica cubana: Es un punto y aparte” [1] Y ciertamente, Niels ya forma parte de los creadores que aportan colores diferentes al escenario de las artes visuales nacionales, atendiendo su línea discursiva y los medios poco ortodoxos en los que se apoya para decir.

En la plenitud de su cuarta década de vida, Regreso a ninguna parte será una suerte de distanciamiento, de re-encuentro o quizás de variaciones de algunos de los temas sobre los que persistió durante el último decenio. Pensamos solamente, en el corto período comprendido entre enero del 2019 y marzo del 2020, cuando presentó sus muestras individuales Óleos, en la galería Artis 718, con motivo de la XIII Bienal de La Habana, y Sobreescrito, en la galería NG Art de Panamá, ambas en 2019; además de Distancia (2020), en la galería Servando Cabrera Moreno.

Revisar su catálogo de Historias, relatos, retratos, rostros y otros temas es percatarse de que persisten en la memoria sus leyendas de adolescencia; las evocaciones de su niñez; su reconocimiento a relevantes figuras de la historia de la cultura; los debates filosóficos en torno a problemáticas actuales, como la caída del Muro de Berlín; generalmente expresados a nivel intertextual. Naturalmente, seguiremos extrañando sus bañistas en los ríos, sus muchachas desorientadas; asunto, por cierto, valientemente enfrentado por él. Pensamos en sus versiones de José Martí, en El joven Karpov, en su percepción del embarazo y del alumbramiento, en la presencia de la familia, en su amor por Karolina y en sus niños antológicos.

Esta vez, Niels regresa a la galería Máxima con un nuevo repertorio; sería bueno decir el último, pero su productividad no admite tales delimitaciones temporales. Apenas unos diez lienzos lo re-confirman entre los convencidos del expresionismo como poética. No importa cuánto nos empeñemos en tomar precisiones de si es neo-expresionista o expresionista contemporáneo; lo cierto es que en su pintura se perciben los principios básicos de los maestros alemanes, los de EE.UU., algo o mucho del Grupo Cobra, pero desde un estilo propio y bien sedimentado.

Enamorado del mediano y gran formato, del óleo sobre tela, el ganador del Gran Premio de la primera edición del Concurso de Arte Contemporáneo Post –It (2014), revalida al hombre como centro del universo y de su creación. Sus personajes tienen el don de la omnipresencia; provienen de su entorno y de todas partes a la vez y se funda en cada uno de ellos un pensamiento profundo sobre el presente, como son las migraciones, los movimientos de salida y retorno, de desplazamientos humanos por toda la geografía. Es como pretender convencernos de esa idea de partir, imaginar que nos establecemos en lugar ajeno y regresar, al menos de visita a nuestros orígenes.

En Máxima, Niels nos pone frente a un conjunto donde es notoria su inclinación hacia lo primitivo, lo indigenista, a veces hacia lo naif. Así comienza, con el lienzo que da título a la muestra, en un relato que irradia las otras maneras de describir la realidad y el contexto socio-político que circunda al sujeto, al estilo Max Beckmann (Leipzig, 1884-Nueva York, 1950) o quizás con aires de Sosabravo. Inevitablemente, es como la noticia de estos meses, de estos días, de estas horas…, pero los personajes no son figuraciones de verdad, parecen muñecos de palo, como si con ello se redujera el valor de la forma, de la estructura compositiva para enaltecer la idea básica, la metáfora de lo cierto. Se trata de un discurso polisémico, descodificado en subtextos o subtramas; la familia marcha y con ella van las percepciones del artista ante los recurrentes distanciamientos y las separaciones del núcleo esencial de la sociedad. Cada quien dirige su vista hacia lugar distinto; el niño camina en sentido inverso, el perro es un símbolo que recuerda las estatuillas de bronce de la cultura etrusca. Un súper-objetivo sugiere pensar en los problemas que laten en la periferia, en los residuos de la colonización que no se acaban o quizás se está proponiendo un nuevo re-direccionamiento de la correlación centro-ciudad; primer y tercer mundo.

Un joven protegido por capa roja es el emblema y protagonista de Roble y Laurel; un gesto, la idea del escudo nacional, donde el título está relacionado con el tenante, compuesto por una rama de roble por un lado y una de laurel por el otro, encumbrando así la fortaleza y la victoria. La capa se une con el timbre, descrito como un gorro frígido, vuelto hacia la izquierda, que representa la emancipación. El cielo es una abstracción para enfatizar la idea del futuro por conquistar; a la par que los pájaros aluden al tocororo.

Sin simulaciones, Niels se adentra en el tema identitario, como lo dice El muchacho que se fue y volvió en su primera y segunda versión. Mientras, una aproximación elocuente a lo tierno y místico es Madre de agua, resultado de una estética que media entre la figuración y la abstracción, la cual recuerda a las muchachas de Servando Cabrera. Otro conjunto de jóvenes rostros, algunos llamados Mar, Rostro de verano, Muchacha de azul y unos pocos sin títulos, son percibidos como introspecciones sobre lo que acontece y complementa su propuesta discursiva, cuando pone a la nación como centro.

Entonces, se entiende que Regreso a ninguna parte es consolidación y continuidad de Niels Reyes; la convicción de que es una individualidad dentro del panorama plástico nacional, como lo fueron otros grandes y memorables. El dominio técnico, su sentido de la materia y la universalidad de su poética lo certifican como relator inestimable de la historia, la sociología y el entramado político de su tiempo. Si Rufo Caballero viviera, si escribiera este texto, tal vez coincidiría conmigo al afirmar que nuevamente el protagonista de Recarga se reinventa, sorprende; como el mejor poeta, como el ensayista, quien en su ejercicio de pensamiento cotidiano pronuncia su discurso honesto y trasparente, cuidando a su patria, que es igual al universo. Niels asume tamaña responsabilidad, sabe que nos está legando para la posteridad el testimonio de la juventud del Tercer Milenio, en el instante preciso del que habrá mucho que decir y que escribir, incluso, desde la pintura.

MSc. Teresa Toranzo Castillo




[1] Caballero, Rufo. (La Habana, enero 2009). Voltaje de Niels vira La Habana al revés, en: Recarga (Catálogo), p. 3.